Durante el primer año de vida del bebé, la leche le otorga la mayor parte de la nutrición que requiere. Y la leche materna es, sin duda, la mejor para él, ya que además de fortalecer su sistema inmunológico es de fácil digestión y contiene todos los nutrimentos necesarios para su sano desarrollo.
Por si esto fuera poco, la leche materna siempre está al alcance de la mano, es gratis, es ecológica, no requiere de complicadas preparaciones, está a la temperatura ideal y no se echa a perder. Para que se establezca una lactancia materna exitosa es recomendable ofrecerle al recién nacido el pecho a libre demanda.
Sin embargo, en muchas ocasiones, y por los motivos que sean, la madre no puede o no quiere darle el pecho al bebé; esto no debe ser motivo de preocupación o sentimientos de culpa, ya que actualmente la fórmula láctea está diseñada con los más altos estándares.
Hasta los seis meses de edad la alimentación del bebé debe ser exclusivamente con leche, ya sea materna o de fórmula, y después de los seis meses, si el pediatra lo autoriza previo análisis de factores como su aumento de peso y talla, o antecedentes familiares de alergias, se puede comenzar a introducir en su dieta, paulatinamente, alimentos sólidos, aunque es importante insistir en que la leche constituirá, hasta que cumpla un año, su fuente principal de nutrición.
Para iniciar la introducción de alimentos sólidos en su dieta, se puede empezar con cereales especialmente formulados para la alimentación del bebé, y mezclarlos con leche materna o de fórmula; unas tres semanas después se puede ofrecer al bebé frutas o verduras molidas y coladas. Para que el bebé conozca y disfrute de los diferentes sabores, y para que mamá pueda detectar cualquier reacción adversa o intolerancia, es importante en un inicio darle una sola fruta o verdura a la vez.
Las primeras papillas
Cuando se introducen las primeras papillas de verdura en la dieta del bebé, la mayoría están felices con esta nueva manera de alimentarse y abren la boca con agrado y curiosidad, pero algunos pocos se muestran desconfiados ante la cuchara y rechazan esta nueva forma de alimentación. Para ellos quizá sea buena idea comenzar con fruta, que por su sabor dulce será mejor aceptada.
Se puede comenzar raspando perfectamente un poco de plátano con la cuchara o con puré de manzana previamente cocida en agua. Si el bebé es un poco estreñido –lo que pasa con mayor frecuencia si se le está alimentando con fórmula láctea– se le puede ofrecer papilla de ciruelas cocidas. Si esto no funciona, o si hace un enorme esfuerzo para evacuar o lo hace menos de una vez al día, es mejor consultar al médico.
Papillas de pollo o ternera
Después de los siete meses se puede comenzar a mezclar diferentes verduras, y más tarde introducir en estas papillas un poco de pollo o ternera. En un inicio estas deben estar perfectamente molidas, y a partir del noveno mes se puede dejar en sus papillas algunos pedacitos pequeños y suaves de alimento; tenga dientes o no, seguro le agradará encontrar una novedad para “masticar” dentro de su comida. También disfrutará si le ofreces galletas marías, u otra variedad que tenga esa misma consistencia, y que se pueda comer con sus manitas.
Sin condimentos
No es necesario agregar sal ni condimentar demasiado los primeros alimentos del bebé, ya que su paladar puede percibir y disfrutar los diferentes sabores. Se sabe que las preferencias de una persona en cuanto a la cantidad de sal que desea se determinan en la infancia, además de que el exceso de sal favorece problemas de presión arterial en el futuro.
Después del año de edad, y salvo que el médico indique lo contrario, se puede comenzar a ofrecer al bebé huevo, chocolate, pescado, fresas y leche de vaca, así como queso o yogurt.
Mientras más tiempo se aplace el momento de darle golosinas, será mucho mejor. Es muy importante que, durante todo primer año, y en la introducción de nuevos alimentos, mantengas una comunicación estrecha con tu pediatra.