El sueño es indispensable para la buena salud de los bebés y niños pequeños, ya que requieren esta etapa de descanso para recuperar las fuerzas y poder asimilar su día a día. Pero, sobre todo, un sueño de buena calidad, pues la cantidad adecuada es vital para el crecimiento.
Durante el sueño aumenta la secreción de la hormona del crecimiento. Esto sucede en el periodo de sueño profundo, cuando el lóbulo anterior de la glándula hipófisis sintetiza la hormona de crecimiento. Se cree que el pico de liberación máximo de la hormona se produce en promedio entre una y dos horas después del inicio del sueño. También, puede liberarse la hormona durante la siesta, aunque en menor medida.
Un recién nacido duerme de 16 a 18 horas al día, con el sueño distribuido en seis o siete periodos. Durante el día es mejor recostarlo en un cuarto donde entre luz natural y pueda escuchar los ruidos normales de la casa. Por la noche su cuarto debe estar oscuro y silencioso. Esto le ayudará a distinguir cuándo es hora de dormir y le ayudará a no despertar en medio de la noche, una vez que no necesite alimentarse cada tres o cuatro horas.
Cada niño es diferente, por lo tanto sus necesidades de descanso pueden variar, pero por regla general las necesidades de sueño de un bebé o niño pequeño son las siguientes:
Bebés de 4 a 12 meses:
-12 a 16 horas de sueño (incluyendo siestas)
Bebés de 1 a 2 años:
-11 a 14 horas de sueño (incluyendo siestas)
Niños de 3 a 5 años:
-10 a 13 horas de sueño (incluyendo siestas)
El sueño de calidad debe ser reparador e implica regularidad en horario y en cantidad. Para esto, puede ser de utilidad establecer una rutina relajante de sueño siempre a la misma hora, y que incluya actividades cotidianas como el baño diario o el lavado de dientes, lectura, una oración o un suave masaje y apagar las luces.
Cada bebé es diferente y mientras a algunos les gusta dormir boca arriba, otros prefieren hacerlo boca abajo. Cuando son recién nacidos lo que recomienda la mayoría de los especialistas es que duerman de lado apoyando su espalda en una almohada pequeña o bocarriba. Cuando van creciendo ellos mismos se mueven a la posición que les resulte más cómoda.
Lo más recomendable hasta los dos años y medio de edad es que el bebé duerma en una cuna, para evitar que se caiga o se haga daño de alguna manera. Lo ideal es comprar una cuna sólida y resistente, con altos estándares de seguridad, como seis centímetros de separación entre los barrotes, la pintura libre de plomo y un colchón firme que se ajuste perfectamente al tamaño de la cuna, además de un barandal que supere los 66 centímetros a partir de la superficie del colchón. Puedes consultar en nuestra nota ‘Medidas básicas para que tu bebé duerma seguro‘ más información.
A partir de los dos años, pero mejor si es a los dos y medio, el bebé puede pasar a una cama. Si es de los que se mueve mucho durante la noche, sería recomendable utilizar unos barandales removibles, de modo que no se caiga y poco a poco se acostumbre a los límites de la cama. La mayoría de los niños están encantados de pasar a dormir a su cama, por lo que seguramente no ofrecerá mayor resistencia. Lo que es muy importante es que el cuarto esté libre de cualquier cosa que le pueda lastimar u ofrezca algún tipo de peligro.