Cada 1° de diciembre se celebra el Día Mundial de la Lucha contra el Sida. Este día es una oportunidad para apoyar a aquellos involucrados en la lucha contra esta enfermedad, además de difundir información sobre este problema de salud pública.
El virus de inmunodeficiencia humana (VIH) es el que provoca el SIDA. Esta infección debilita al sistema inmunológico, lo que hace a la persona sumamente vulnerable a adquirir infecciones que se agravan, poniendo en riesgo su vida. Se sabe que el VIH se trasmite a través de la sangre, el semen, los fluidos vaginales y la leche materna; cabe mencionar que no se transmite por tocar, abrazar, besar o utilizar objetos de la persona infectada.
Una mujer embarazada con VIH puede contagiar a su bebé durante el embarazo, el parto o por medio de la leche materna. Por esto, todas las mujeres embarazadas deben realizarse una prueba de detección de VIH junto con otros exámenes prenatales y aquellas que están en mayor riesgo deben repetirlas por segunda vez durante el tercer trimestre.
Los recién nacidos que han sido infectados con VIH suelen presentar síntomas hasta los dos o tres meses de nacidos y su sistema inmunológico se puede deteriorar lo que da oportunidad a infecciones, algunas graves, que no son comunes en niños saludables. Es por esto que es esencial la detección y el tratamiento a la madre, antes incluso de que resulte embarazada.
Si la mujer embarazada ha sido diagnosticada como VIH positivo se le deben realizar regularmente exámenes de sangre, que incluyan un conteo CD4, que mide la cantidad de estos linfocitos, uno de carga viral, para revisar la cantidad de VIH en la sangre y una prueba de resistencia que indica si el virus responde adecuadamente a los medicamentos.
Una vez nacido el bebé de una mujer infectada, se le deben realizar pruebas de VIH varias veces a lo largo del primer año, con el fin de descartar que haya adquirido la infección. A estos niños no debe nunca amamantarlos su madre.
El tratamiento para mujeres embarazadas infectadas con VIH puede prevenir que su hijo se infecte y si ha sido detectada y tratada a tiempo, las posibilidades de que transmita el virus a su bebé son apenas del 1%. Este tratamiento suele ser una terapia antirretroviral (TAR), cuya función es evitar que el virus se multiplique. El riesgo para el bebé de una mujer que está en este tratamiento es bajo.
Como medida profiláctica, los bebés nacidos de una madre infectada reciben TAR entre las 6 a 12 horas después de su nacimiento y continúan cuando menos, con un medicamento antirretroviral por al menos 6 semanas después del nacimiento.